


Estos paraísos latinos desbordaban de glamour, fama y don nadies extravagantes. Si bien el contexto era la violencia de Estado, el manierismo estilizado de los estudios de fotografía de épocas anteriores dio paso al compromiso social de los artistas contraculturales. Ellos preferían imágenes anónimas, tomadas al azar que luego eran cortadas, arrugadas, rayadas e incluso quemadas. Como resultado, el propio sustrato fotográfico se convirtió en un campo de batalla, haciendo eco de las impotentes protestas contra las dictaduras.
Textos por Alexis Fabry y César González-Aguirre