



Reúne las imágenes de prostitutas que se distribuían a los clientes selectos de un burdel, en el que el artista fue llevado a “iniciarse como hombre”, a la edad de 13 años. Treinta años después, Miguel Calderón las recupera y las convierte en parte de una narrativa que, desde un contexto y una época muy específicos, utiliza para analizar y relatar su despertar sexual.